Había
recibido la llamada a las cinco de la mañana, y todavía respiraba agitado. El
despertador marcaba tres horas más, y el día comenzaba a alborear. Pero el
sueño, definitivamente, se había esfumado. Por completo. Caput.
Todo
comenzó cuando decidió informarse sobre la fiabilidad de sus socios. El negocio
funcionaba de maravilla, pero siempre había tenido ciertas sospechas de que
algo se estaba haciendo a sus espaldas. Para salir de dudas, un día que estaba
navegando por la Red se topó con una página llamada guiadedetectives.es. Y
enseguida su mente comenzó a maquinar la posibilidad de contratar uno de estos
profesionales para reunir todos los datos posibles (si tú, querido lector,
estás en la misma situación solamente te podemos recomendar una cosa: que hagas
clic en el enlace para obtener más información).
Al día siguiente nuestro personaje lo tenía claro: contrataría un
detective para cerciorarse de la fiabilidad de sus asociados. Así que volvió a
entrar en la citada página, buscó una agencia que estuviera cerca de su
domicilio y comenzó la vigilancia activa de quien hasta este momento había sido
parte fundamental de su vida.
Al principio el asunto no produjo ninguna novedad reseñable, todo
parecía correcto. El dato era tranquilizador porque calmaba la conciencia de
nuestro personaje. Sus socios no hacían nada del otro mundo, llevaban una vida
más bien ordenada y tenían unas rutinas muy establecidas. Tras quince días de
investigación el asunto parecía lo bastante claro como para no seguir insistiendo
en él. Sin embargo se decidió prolongar la investigación una semana más, porque
así la trayectoria de la pesquisa tendría más fundamento. Y fue precisamente en
mitad de esa semana cuando nuestro personaje recibió la llamada, lo que nos
lleva al principio de la página...
El detective que seguía a sus socios había encontrado algo que
perturbaba la situación del todo. Lo explicó detenidamente, utilizando las
palabras correctas para ser entendido, y luego colgó el auricular. Por eso
nuestro personaje no podía dormir, por eso sus ojos seguían el ritmo acelerado
de su corazón y de su cerebro, cavilando sobre las posibilidades que existían
de poner fin a la situación, de afrontarla con garantías. Afortunadamente tenía
todas las cartas sobre la mesa gracias a su idea de contratar a un detective, y
ahora había que aprovechar esa ventaja para contraatacar, para demostrar a sus
asociados que era un auténtico luchador. Salió de la cama con esa idea y se
dirigió al cuarto de baño. Tras una ducha rápida miró por la ventana y sonrió.
El sol, después de tres días de cielos encapotados, volvía a brillar.
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